martes, 3 de enero de 2012

LA TRAVESÍA EN BUSCA DEL TESORO





En agosto de 1589 la Marina Española interceptó a un barco pirata inglés que venía del nuevo continente. La flota al estar en superioridad numérica consiguió acabar con el barco pirata, llevar en barcas de remo a toda su tripulación hasta los calabozos y hundir el barco a cañonazos. Pero entre los restos del barco, pudieron distinguir joyas de oro puro, como colgantes, que las olas arrastraban hasta el fondo del mar. La tripulación de la Marina Española les preguntó a los piratas que qué era eso, pero los piratas lo guardaron en secreto. Hasta que uno de los piratas, al llegar a tierra con miedo de ser colgado, se rindió y contó que era parte de un tesoro mayor, que se encontraba en una isla cerca de las Antillas.
La historia fue pasando de persona en persona, hasta que, en 1605, llegó a oídos de Don Manuel López. Que era un corsario de unos treinta tres años de edad, alto, de pelo castaño y con mirada penetrante. Tenía un largo y delgado bigote y una perilla que le daba un aire señorial, era valiente, pero muy serio, y si quería algo utilizaba todos los medios posibles para conseguirlo.
Estaba decidido a conseguir el tesoro, así que fue a ver a los historiadores más prestigiosos del país hasta llegar a la conclusión de que se hallaba en un archipiélago cerca de la isla de san Andrés, a unas 3000 millas náuticas del puerto de Tarifa, en Cádiz. El problema es que la travesía sería muy larga. Así que, gracias a contactos que tenía con la familia real, le pidió al rey Felipe III también conocido como El Piadoso y a la reina Margarita de Austria, que les diesen fondos para poder pagar a una tripulación, un barco y provisiones. Ya que el barco y la tripulación de Don Manuel, eran muy pequeñas. Los reyes, aceptaron y, en abril de 1607 el Cormorán Negro y la Dorada, salieron a la mar, Don Manuel iba en la Dorada, el más grande de los dos barcos, en su camarote, rodeado de cartas de navegación.
Todo fue como la seda, hasta que un día, no muy lejos de las islas Canarias hubo una tormenta, el Cormorán Negro se separo de la otra nave y una corriente marina lo llevó hacia al norte, no se volvió a saber más del Cormorán Negro, ese día fue horrible, pero por suerte, después de eso, la travesía fue tranquila hasta la altura Santa Lucía, donde la tripulación ya estaba enfadándose, tenía hambre, no quedaba casi comida y no se veía tierra, Don Manuel estaba preocupado, los historiadores se habían equivocado en la distancia, pero por suerte, vieron tierra : era Cuba. Allí recargaron provisiones y estuvieron tiempo descansando hasta que volvieron a zarpar. Pero, el seis de junio del 1607, se levanto niebla muy espesa, nos se veía nada, en la cubierta del barco se respiraba un aire siniestro. Entonces ocurrió lo inesperado. ¡La Dorada se había quedado atrapada en un banco de tierra! Estuvieron días intentando sacar el barco, pero al final, lo consiguieron sacarlo y cuando la niebla se despejó, siguieron navegando hasta que tres horas más tarde divisaron tierra a los lejos. Era una isla larga, de unas ocho millas de largo y una milla de ancho aproximadamente, en el centro había una montaña bastante baja, pero por una de las caras el pendiente era muy escarpado, el barco bajó el ancla y fueron con los botes hasta la playa. Gonzalo, hombre de confianza del capitán y Lucas, tesorero del capitán, fueron los primeros en adentrarse en la espesa vegetación que cubría la zona. Desde la jungla se podía oír el agua fluir, así que la tripulación se dirigió a lo que parecía ser una cascada. Al verla se dio cuenta de que en la parte de arriba había un árbol más grueso que los demás, y se podía ver que había algo labrado en él así que con sumo cuidado dos marineros intentaron subir por las resbaladizas rocas llenas de moho que había alrededor de la cascada, pero ocurrió lo inevitable: Gonzalo, que fue el primero en subir a mitad de camino, una roca resbaladiza le hizo perder el equilibrio, y la corriente del río lo tiró a este que lo empujó río abajo. Parte de la tripulación corrió detrás de él, con Don Manuel incluido. Al final chocó contra un tronco que el río había arrastrado y consiguió llegar a la orilla del río, y un pequeño grupo de marineros se lo llevó a la enfermería del barco para que lo viera el médico de a bordo.
Mientras tanto, Don Manuel y los demás buscaron otro camino por la vegetación, para llegar arriba. Encontraron una zona entre árboles de cauchos que llegaba hasta arriba. Y apoyándose en los árboles consiguieron llegar hasta arriba e ir a la parte de arriba de la cascada, en el árbol ciertamente había labrado algo, se entendía que era un sencillo dibujo de la silueta de la isla con una X en la cara sur-este. Entendieron que ese mapa señalaba la posición de algo, posiblemente del tesoro que andaban buscando. Así que el geógrafo en uno de sus planos dibujo la isla y dibujo la X donde lo ponía en el árbol.
Y, guiándose en os accidentes geográficos de la zona, consiguieron hallar una zona como la del mapa y justo allí había una cueva, pero no podían entrar porque estaba subiendo la marea y se ahogarían. Así que esperaron toda la noche y al día siguiente, pasada la fresca noche, esperaron hasta que la marea bajara por completo.
Y cundo comenzó a bajar Don Manuel y la tripulación que le acompañaba entro en la cueva. No tenían mucho tiempo porque la marea iba a subir así que se Adentraron rápidamente y en los más hondo de la cueva había un agujero excavado en el techo que llevaba hasta arriba por el que Don Manuel y la tripulación que iba armada con fusiles subió, mientras que los demás salieron de la cueva para esperarles. Arriba don Manuel se encontró en una zona totalmente desprovista de arboles y rodeada por una impenetrable valla de listones cilíndricos de madera acabados en punta. Allí mismo también había una trampilla, al abrirla se dieron cuenta de que estaba llena de piedras preciosas y maravedíes (las monedas de la época). La tripulación se alegró y comenzaron a danzar alrededor de la trampilla todo riéndose y cantando, pero no estaban para muchas celebraciones. Tenían que llevar el tesoro hasta el barco. Así que uno del grupo bajo por el agujero que conectaba con la cueva y comunicaron a las personas que estaban en la boca de la cueva, un grupo de grumetes liderados por el tesorero. Que fueran a buscar barriles baldes y cajas, una polea y una cuerda para bajar el tesoro que habían encontrado, y no tardaron mucho en traer todo eso. Pero vinieron desde el barco con una mala noticia, el médico no había podido salvar a Gonzalo.
Todo el mundo estaba conmocionado por el suceso pero se tenían que poner manos a la obra para que con todo el material fabricaran una polea y metieran el tesoro en todas las cajas, barriles y demás. Lo bajaron con sumo cuidado por el agujero que conectaba con la cueva. Entre tres hombres lo cogieron y lo llevaron fuera lentamente antes de que les impidiera seguir el agua de las mareas, consiguieron salir fuera donde lo llevaron hasta los botes salvavidas y se lo llevaron a España haciendo escala en Cuba y en las islas Canarias.

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy buen relato. ¡Te has documentado bien antes de escribir el texto!