domingo, 11 de marzo de 2012

CAPERUCITA ROJA


Como podéis ver, tenemos en la imagen a Caperucita Roja leyendo un libro, en una butaca de color azul claro.
Va con una Capucha de color rojo y unas botas rosas, está leyendo un libro que seguramente es muy interesante.
La abuelita está persiguiendo al lobo:
La abuelita va con un vestido color granate con un estampado de flores, la abuelita tiene unas gafas tan grandes como su redonda y grande cara.
El lobo va con un chaleco con un estampado de topos naranjas y un catalejo, no sé qué habrá hecho el lobo, pero la abuelita parece muy enfadada:

Érase una vez un lobo muy pero que muy travieso, una abuelita muy rabiosa y una caperucita muy bonita.
Un día el lobo, iba paseando por el bosque, y de repente, vio a lo lejos una casa rural de color blanco, tenía unas macetas con margaritas de color amarillo dentro de ellas y unas cortinas, que desde lo lejos se veía los dibujos tan bonitos y originales que tenía.
El lobo no se pudo resistir y se acercó a ver qué pasaba por ahí, se acercó y olió un pastel recién cocinado, por suerte estaba en la ventana y lo pudo contemplar hasta que pensó:
-¿Por qué contemplarlo cuando lo puedo llevar a mi cueva y comérmelo?
Y así intento coger el pastel 2 veces, pero no pudo porque la abuelita a veces se acercaba a la ventana, a ver como iba su famoso bizcocho de chocolate, y pensó:
-A la tercera va la vencida.
Pero ya cuando lo tenía en las patas la abuelita vio lo que estaba pasando y lo intentó detener con su bastón.
Entraron en la casa .
- ! ladrón, eres un ladrón ¡: gritaba la abuelita exageradamente.
- !no es verdad, solo soy un lobo que tiene hambre ¡.
-A lo mejor eso es cierto, pero por eso no me tienes que quitar mi famoso bizcocho.
- !bueno... vale, pero déjame un trocito¡
- !Ni loca¡.-I eso que lo estoy mucho-.
El lobo se fue con una gran tristeza, pero, se lo merecía.
Ah, y Caperucita acabó su cuento, ni se enteró de lo que pasó, esa misma tarde en la casa de su abuelita.
Cuento contado cuento acabado.

1 comentario:

Unknown dijo...

¡Buena historia, Clàudia!